Una de las expresiones de uso más generalizado es definir nuestro estado de ánimo como “estoy deprimido o depresivo”
o “estoy triste” , sobre todo en tiempos de crisis y malas noticias generalizadas relacionadas con el trabajo y la inestabilidad económica.
Esta sensación es muy incómoda, y queremos deshacernos de ella lo más rápidamente, pero no es
fácil.
En primer lugar porque este sentimiento de tristeza, provocado por situaciones reales, es normal, y nos
provoca una estado de reflexión e introspección que nos puede ayuda a superar una etapa difícil, aprendiendo de ella y fijándonos nuevos objetivos cuando la superamos.
Pensemos en una ruptura de pareja, o en la pérdida de un puesto de trabajo, el no superar unas oposiciones, o una
situación límite como es la muerte de un familiar o amigo.
En todos estos casos, como otros muchos que podamos imaginarnos, la tristeza y malestar el algo lógico y normal,
produce una reducción del interés en actividades placenteras, y provoca una reflexión sobre las causas y consecuencias de la pérdida o el fracaso, que bien dirigida puede ayudarnos a salir
fortalecidos para afrontar nuevos retos.
Ahora bien, llega un momento en que la tristeza puede llegar a ser excesiva en relación a la situación que la ha
producido. Cuando la reacción comienza a ser desproporcionada y duradera con el paso del tiempo, No sólo no ayuda a analizar y superar una situación problemática, sino que se convierte en
una espiral de pensamientos negativos, que provoca un cambio de conductas negativas, que no facilitan la vida y la relación con el entorno, familiares, amigos y pareja. Todo lo contrario nos
aisla, haciéndonos cada vez mas solitarios. Con la única compañía de nuestros pensamientos destructivos e irracionales.
A partir de este momento, debemos caer en la cuenta de que nuestras reacciones emocionales son excesivas en
intensidad y duración, y que no nos hacen sentir bien, sino todo lo contrario.
Este es el punto justo en el que debemos modificar los pensamientos y comportamientos negativos y no adaptados a la
realidad. Bien con los propios medios o habilidades o acudiendo a terapia con un especialista experimentado, que te ayude a:
1. Detectar los pensamientos irracionales e inadecuados, que no ayudan a la adecuada interpretación de
la realidad. Pensamientos del tipo;
a. Conclusiones negativas sin evidencia sobre ti mismo y el
entorno.
b. Focalización en los aspectos negativos.
c. Maximización de los errores y minimización de
aciertos.
d. Pensamientos catastrofistas respecto al futuro
propio.
2. Incrementar los pensamientos positivos, que refuercen la autoestima y autoconfianza
3. Aumentar las conductas reforzantes y placenteras, que te pongan en contacto con la realidad. Dejar
los pensamientos circulares que no llevan a ninguna solución.
En todo caso, hay que prestar especial atención, a que no debemos en ningún momento perder la esperanza de salir de
esta situación de tristeza, no debemos dejarnos caer en la sensación de que todo es negativo y nada tiene arreglo. Si empezamos a sentirnos desesperados, es el momentos de buscar ayuda, de un
amigo, un familiar o de un psicólogo, siempre podremos encontrar apoyo en estar personas para salir adelante.
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